Lionel Messi juega en todos lados. Sobresale en el campo
de juego, pero se destaca aún más del resto con su actitud fuera del césped.
Ayer, en Santiago, siempre fue el último futbolista de la selección
argentina que se subió o se bajó del ómnibus que trasladó a la
delegación desde el aeropuerto, desde el hotel o desde el Estadio Nacional. Es
que él genera algo que ningún otro jugador lo hace. Dentro y fuera de una
cancha de fútbol.
Y esta noche, a las 21.05, “Leo” intentará romperla de
nuevo, como lo viene haciendo. Al frente estará un necesitado Chile, que
viene de dos derrotas al hilo y con Claudio Borghi en la cuerda floja.
En el aeropuerto, en el hotel y hasta en el Estadio Nacional
había muchos “cholulos” intentando sacar una foto, un autógrafo, una mirada,
una sonrisa, algo de Messi.
Era llamativo ver, entre ellos, a muchos chilenos que se
mostraban muy pesimistas con las chances de la Roja ante Argentina. Pero
más allá de criticar a su selección, y en especial al “Bichi” Borghi, nadie se
quería perder la posibilidad de ver de cerca a Messi, el mejor jugador del
planeta por estos momentos.
“Leo”, que siempre fue el último jugador argentino en
mostrarse, fue ovacionado. Y él, lejos de encapsularse en su mundo, o ponerse
auriculares para ignorar a todos, o refugiarse en los tres guardaespaldas
que lo marcan mejor que cualquier defensa, se tomó el tiempo de mirar para
afuera, hacia los hinchas, y levantar la mano para saludarlos.
“Leo”, que siempre fue el último jugador argentino en
mostrarse, fue ovacionado. Y él, lejos de encapsularse en su mundo, o ponerse
auriculares para ignorar a todos, o refugiarse en los tres guardaespaldas
que lo marcan mejor que cualquier defensa, se tomó el tiempo de mirar para
afuera, hacia los hinchas, y levantar la mano para saludarlos.
Y si alguien estaba más cerca, le guiñaba el ojo, con esa
sonrisa pícara que lo caracteriza. Fue el único que recibió una ovación al
mostrarse y el único que tuvo, aunque sea poco, un gesto para los hinchas. Así,
el capitán argentino se hace más fuerte. Sabella supo armar un equipo para
contenerlo.
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